Restaurante La Manduca de Azagra+
2002-2003
Madrid-España
800 m2
El local sobre el que se actuaba, generoso en espacio y resuelto en dos niveles, se encontraba vacío tras una rehabilitación estructural que había establecido algunas diferencias de nivel en la planta de acceso así como decisiones constructivas y estructurales, particularmente la posición de las escaleras, que se hacía necesario considerar. El local aparecía profusamente dividido como consecuencia del sistema de muros de carga que, como estructura básica, era la propia del edificio del siglo XIX donde se ubican los bajos sobre los que se actúa.
Los distintos espacios se van sucediendo a partir de la entrada permitiendo así ordenar el restaurante de una manera agradable en sucesivos comedores, huyendo de una presencia excesivamente multitudinar a la hora de “abordar el plato”. Sólo tres materiales se utilizan en el local. Los tres naturales y modestos. Los planos verticales están revestidos del bloque cerámico que habitualmente se utiliza para ejecutar los tabiques divisorios de vivienda económica. Estos bloques, siempre enlucidos y ocultos, presentan al dejarse descubrir una textura que adquiere gran valor a partir de la repetición y del reflejo de la luz. Los pasos entre los muros de carga quedan perfilados con chapas negras barnizadas destacando así la transición que el grosor de estas construcciones, aumentado con la superposición de la cerámica, supone. La misma chapa se utiliza para rehacer la escalera principal que, aun mantenida en la misma posición, sufre modificaciones puntuales tendentes a simplificarla y a valorar su carácter volumétrico dentro del espacio, de mayor altura, en el nivel en subsuelo. Un pavimento cerámico, negro y algo rugoso, que cubre parcialmente una altura de las paredes ofrece junto al techo un marco neutro donde destacar la iluminación.
El techo se quiebra de manera repetitiva. Los efectos lumínicos y acústicos son razones que así lo aconsejaron. La luz colocada tras el plano cerámico de las paredes, en el nivel superior e inferior, ambas líneas reflejadas sobre la superficie quebrada negra del techo y la del suelo, confieren al conjunto un sentido de livianidad, de lienzo superpuesto, que no oculta la operación constructiva realizada con la cerámica. El resto de la iluminación del local intenta mantener en lo posible el efecto antes descrito, algo misterioso, planteándose como lámparas de pie que intensifican de manera puntual la luz sobre las mesas sin incidir o deteriorar la iluminación general.
Calle Sagasta, 14, 28004 Madrid, España